A lo largo de la historia, las revoluciones industriales siempre han supuesto un cambio de paradigma más o menos radical en la definición de roles, métodos y incluso propósitos de la industria y del enfoque de hacer industria.
Uno de los paradigmas más centrales está representado por la dualidad por excelencia de la era moderna: por un lado el hombre, con su amplia capacidad práctica, intelectual y creativa, y por el otro las máquinas, con su relajante constancia y su capacidad de hierro para reproducir exactamente el mismo resultado con el tiempo.
Surge entonces una consideración legítima: dentro de esta dualidad, la contribución de las máquinas es fácilmente definible y medible ya que es objetiva y tangible desde cualquier punto de vista; la contribución del hombre, en cambio, es menos enmarcada y más abstracta. A menudo trae resultados extraordinarios, precisamente por la unión característica de razón, abstracción y imaginación propia del ser humano, pero no deja espacio para una definición última, científica y precisa.
Sin embargo, evaluando la unión hombre-máquina y su relación, a veces simple y en ocasiones compleja, es imposible negar la validez y el valor agregado de la contribución humana incluso en el sector industrial más avanzado.
Para profundizar en este aspecto, resulta útil evaluar y comparar los siguientes escenarios derivados de entornos de producción centrados en el dominio de la maquinaria y entornos de producción centrados en el ser humano soportados por máquinas e instrumentación automatizada.
En este escenario, el papel del hombre es marginal y solo subyace en la puesta en marcha y mantenimiento de la maquinaria en uso. Todo el proceso productivo y logístico se lleva a cabo mediante máquinas y herramientas automatizadas que actúan de forma repetitiva, controlable y preestablecida.
Fortalezas
Puntos debiles
Este escenario, dominante en la era de la producción en masa, para ser funcional debe estar respaldado por dos requisitos previos esenciales a su eficacia: enormes volúmenes y total ausencia de personalización de la salida a obtener.
En este escenario, el hombre, sus habilidades y su potencial permanecen en el centro de la escena. El hombre dirige el proceso de producción, es parte activa y central del mismo y hace uso de instrumentos colaborativos. Las máquinas colaborativas y las automatizaciones interactúan con el hombre en lugar de reemplazarlo y por tanto permiten obtener los beneficios de la automatización personalizada sin incurrir en la rigidez de la automatización totalmente independiente del hombre.
Fortalezas
Puntos debiles
En este escenario se inició la difusión de los COBOTs, robots colaborativos que integran el trabajo humano apoyándolo en la ejecución de funciones y actividades repetitivas y replicables. La llegada de los COBOTs es un gran ejemplo de cómo la figura humana sigue siendo un elemento importante y distintivo en la producción industrial para terceros. Las máquinas no necesariamente deben reemplazar al hombre y reemplazarlo, pero pueden fortalecerlo ayudándolo en actividades de menor valor agregado y permitiéndole enfocar sus capacidades intelectuales y creativas en actividades de mayor valor agregado.
La producción industrial en nombre de terceros requiere un nivel de flexibilidad y personalización que hace que el primer escenario a menudo sea inaplicable y contraproducente. Por tanto, el segundo enfoque parece triunfar no solo en un nivel puramente ético, sino también en un nivel práctico estrechamente vinculado a las operaciones, la eficiencia y el valor de los resultados a alcanzar. Por supuesto, la contribución que la organización científica del trabajo ha hecho en el campo industrial es indiscutible, pero con la evolución del tiempo y la conciencia cada vez mayor del potencial humano, uno solo puede alegrarse de ver un enfoque que enfatiza las habilidades. los seres humanos y los sublima, junto por primera vez a un tipo de automatización que deja de ser antagónica para convertirse en incentivo y colaborativo.
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